7 desafíos clave para lograr una gestión sostenible del agua en la Ciudad de México
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- 25 mar
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Actualizado: 28 mar
Actualizado: 25 marzo 2025
Por Ana Cristina Trejo (linkedin.com/in/ana-cristina-trejo-53459b214) En México, la gestión del agua enfrenta desafíos únicos en cada región, y en la Ciudad de México, se han implementado diversas acciones para enfrentar la crisis hídrica. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados, las soluciones aplicadas hasta ahora no han logrado resolver la crisis y, en muchos aspectos, la situación ha empeorado.
Para abordar prácticas sostenibles tienes que saber que en materia del agua es indispensable analizar los retos que complican su implementación. El presente documento analiza los 7 desafíos principales que enfrenta la gestión del agua en la Ciudad de México. A pesar de los esfuerzos realizados, la crisis hídrica se agudiza debido a factores como el crecimiento poblacional, la sobreexplotación de acuíferos, la infraestructura deficiente y la falta de conciencia ambiental.
1. Crecimiento poblacional y urbanización
La ciudad (antes llamada Distrito Federal) hasta la fecha ofrece oportunidades económicas significativamente mayores que el resto del país, intensificando el flujo migratorio hacia la capital y acentuando la demanda sobre los recursos hídricos.
A lo largo de los siglos, la Ciudad de México ha atraído a diversas civilizaciones, convirtiéndose en un centro poblacional clave. Sin embargo, el origen de los desafíos contemporáneos comienzan en la era de industrialización; la Ciudad de México se convirtió en un atractivo centro urbano para muchas personas que residían en zonas rurales gracias a la mejora de salarios y a la modernización de servicios urbanos, como la educación, la salud y la infraestructura de salubridad. En las décadas posteriores a 1950, de acuerdo con (Guzmán & Zaragoza, 2023), la mancha urbana creció tanto que la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) pasó de ser el Distrito Federal con once delegaciones (ahora llamadas alcaldías) y dos municipios del Estado de México, a ser la Ciudad de México con 16 alcaldías, 60 municipios del Estado de México y 1 municipio de Hidalgo. La razón de la concentración económica en la ZMVM se debe a factores históricos, geográficos, sociales y climáticos que mantiene esta metrópolis con mayor concentración de personas en el país, seguido por la Zona Metropolitana de Guadalajara y la Zona Metropolitana de Monterrey.

2. Escasez y distribución desigual.
La demanda adicional debido al crecimiento poblacional nos lleva a este punto naturalmente, ya que provoca escasez y afecta la distribución equitativa del agua en la ciudad y como efecto la calidad de vida de las personas también se ve afectada por la falta del servicio.
Según datos del INEGI (2020) el 11.14% de las viviendas en la Ciudad de México no tiene acceso a la tubería de agua a través del servicio público. El porcentaje de viviendas sin disponibilidad de agua entubada más afectadas se encuentran en la zona sur y sureste de la Ciudad de México:

Se puede observar que la población más afectada es Milpa Alta, ya que casi la mitad de viviendas se encuentran en esta situación. De acuerdo con Zaragoza, Salazar y Rojas (2023) las alcaldías que son mayormente afectadas por la falta de acceso a agua entubada tienen otra cosa en común: también representan el menor índice de desarrollo económico. De hecho, también resalta Milpa Alta, ya que tiene el menor desarrollo económico en la Ciudad de México (0.21%).
La gestión y distribución equitativa del agua, especialmente en regiones vulnerables, se vuelve crucial para evitar que esta escasez se agrave y para garantizar que todos tengan acceso a este recurso vital. De hecho, los derechos humanos reconocen el acceso al agua segura y saneamiento como elementos esenciales para mantener la dignidad humana y asegurar una vida saludable, de acuerdo con (United Nations World Water Assessment Programme, 2022).
3. Sobreexplotación de acuíferos.
Para asegurar el acceso al agua a aproximadamente 9,204,944 habitantes en la Ciudad de México , ha sido necesario sobreexplotar la Cuenca del Valle de México.
La cuenca cuenta con varios acuíferos y cuerpos de agua superficiales importantes que abastecen de agua a la región. Los acuíferos subterráneos incluyen zonas clave como la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (1,900 km²), el acuífero de Cuautitlán-Pachuca (3,870 km²), y otros como Chalco-Amecameca, Texcoco, y Tecocomulco. En conjunto, estos acuíferos abarcan un total de 9,823 km² de área. Se encuentra principalmente al noreste de la Ciudad de México, donde puede notarse de manera superficial en Xochimilco con 508 km², Río La Compañía en Tecocomulco, y Río de las Avenidas de Pachuca en Chalco-Amecameca, entre otros.
La suma de las áreas de estas subcuencas hidrológicas alcanza los 9,698 km².

El abastecimiento de agua entubada por perforación y explotación de pozos representa la mayor parte de la obtención de agua de la cuenca del Valle de México, administrados tanto por el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX) como por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA). Según Zamora (2023), el 74% del consumo de agua corresponde al uso doméstico, seguido de un 15% por parte de la industria. Finalmente, el consumo mixto —viviendas con comercios o negocios en la planta baja— representa el 11% del total.
Entre la década de los 50´s y 60´s la creciente población surgió la necesidad de realizar más perforaciones de pozos para poder abastecer la demanda. Dando inicio a la sobreexplotación del acuífero.
Además, la ciudad también se abastece del Sistema Lerma-Cutzamala que transporta el agua desde el río Lerma-Cutzamala en el Estado de México y Michoacán. La infraestructura es clave para asegurar el acceso al agua, pues la Ciudad de México no depende totalmente del agua que se encuentra localmente y es clave para abastecer a toda la ZMVM.
La sobreexplotación es una consecuencia directa de la alta demanda y de la escasa agua a nivel superficial, afectando la sostenibilidad a largo plazo del recurso.
4. Infraestructura deficiente y pérdida de agua
Una vez que la demanda y la extracción están establecidas, es importante resaltar cómo la infraestructura envejecida contribuye a las pérdidas significativas de agua, agravando la situación.
Para evaluar el nivel de fugas de agua entubada que existe en la Ciudad de México, Ochoa y Ruiz (2017) realizaron una investigación en nueve secciones de la red de distribución de agua, perfectamente delimitada por medio de válvulas de seccionamiento, adecuadamente instrumentada para evaluar la abundancia de entrada, para medir y controlar la presión de operación. Los sectores tienen el nombre de: 1) Malinche, 2) Nueva Tenochtitlán, 3) 16 de Septiembre, 4) Country Club, 5) Unidad Modelo I, 6) Unidad Modelo II, 7) Bosque Residencial, 8) Jardines del Sur y 9) San Pedro Mártir.

Imagina que tienes una red de tubos que lleva agua a muchas casas. A veces, estos tubos tienen pequeñas fugas, como cuando una manguera gotea, pero no es fácil ver dónde están todas esas fugas porque están bajo tierra.
Para saber cuánta agua se está perdiendo, en este estudio se observa el flujo de agua en la noche, cuando casi nadie está usando agua. Esto se llama "caudal mínimo nocturno". Si hay mucha agua pasando por los tubos durante la noche, eso puede ser una señal de que hay fugas en la red.
Luego, durante el día, los expertos miran cómo cambia la presión del agua (qué tan fuerte pasa por los tubos) y calculan cuánta agua se pierde en todo un día. Esto les ayuda a entender si deben reparar algunos tubos y qué tan eficientes son las redes para que no se desperdicie tanta agua.
El estudio sobre fugas de agua en sectores hidrométricos de la Ciudad de México encontró que una gran parte del agua se pierde debido a fugas en la red de distribución. Utilizando el método de la International Water Association (IWA), se determinó que en algunos sectores las pérdidas de agua eran considerables, incluso en la noche cuando el consumo debería ser bajo. Este resultado indica que hay problemas importantes en la infraestructura de los tubos, como falta de mantenimiento o presión mal distribuida en distintas zonas.
En términos generales, el estudio reveló que la red necesita mejoras para reducir las fugas y aprovechar mejor el agua disponible. La investigación propone medidas de control y monitoreo para encontrar fugas ocultas y mejorar la eficiencia del sistema, lo que podría ayudar a conservar agua y mejorar el suministro para los usuarios de la Ciudad de México.
5. Contaminación del agua.
Existen diversas fuentes de contaminación en la Ciudad de México que afectan la calidad del agua y el suelo. Según Soto, Mazari y Bojórquez (2000), la industria es una de las principales responsables, ya que utiliza sustancias químicas en sus procesos, muchas de las cuales terminan siendo desechadas sin el tratamiento adecuado. Asimismo, el sistema de drenaje recoge una gran variedad de contaminantes, incluidos residuos industriales que, en muchos casos, como se mencionaba, no reciben el tratamiento necesario, lo que contribuye significativamente a la contaminación de los cuerpos de agua urbanos. Otra fuente de contaminación proviene de las gasolineras en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), donde se han detectado fugas en aproximadamente la mitad de las estaciones. A pesar de los esfuerzos por corregirlas, estos establecimientos continúan generando derrames de productos automotrices como el aceite.
Además, la urbanización ha alterado significativamente el régimen hidrológico de la ciudad, generando altos niveles de impermeabilización del suelo, el entubamiento de ríos y la falta de conexión de algunas áreas al sistema de drenaje central. Estas modificaciones afectan la capacidad natural de filtración del agua y aumentan el riesgo de inundaciones y contaminación de los cuerpos hídricos (Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, 2021). Para mitigar estos impactos, el gobierno de la Ciudad de México ha implementado estrategias enfocadas en la gestión de residuos y la protección de los ecosistemas urbanos. La Secretaría de Medio Ambiente, a través del Programa de Gestión Integral de Residuos 2021-2025, busca minimizar los desechos enviados a disposición final, promoviendo la reducción, reutilización y reciclaje de materiales, así como regulaciones para disminuir la contaminación en zonas urbanizadas.
No obstante, a pesar de estas medidas, persisten preocupaciones sobre la contaminación de la Cuenca del Valle de México. En la Ciudad de México, el agua subterránea depende en gran parte de un sistema de arcillas (acuitardo) que actúa como una capa de rocas protectoras para el acuífero, donde se extrae el agua para consumo. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que esta capa no es completamente impermeable, y contaminantes de la superficie han comenzado a infiltrarse en el acuífero. Esto muestra la vulnerabilidad del sistema y la necesidad de protección adicional para prevenir la contaminación del agua subterránea.
Contaminación del Río Lerma: López, Ramos y Carranza (2007) afirman que siete localidades a lo largo del río Lerma, en las zonas alta, media y baja de la cuenca, contienen distintos niveles de contaminación que varían según las actividades humanas de cada área. De acuerdo con este estudio, solo el 40% de las aguas residuales vertidas en el río reciben tratamiento, mientras que el 60% restante es descargado sin ningún tipo de filtración o control, contribuyendo aún más a la contaminación del agua. Esto resalta una necesidad urgente de mejorar las prácticas de tratamiento de aguas residuales para reducir el impacto en la salud y el medio ambiente.
La contaminación en el Curso Alto del Río Lerma es un problema crítico para las comunidades cercanas, como Tlachaloya, Estado de México. Aunque los habitantes perciben la contaminación y sus riesgos para la salud, ellos no se sienten responsables sobre las causas y pocas acciones para reducir el impacto ambiental. Esto revela la importancia de educar sobre el impacto humano en el medioambiente y fomentar una participación activa para mejorar la calidad del agua y reducir los riesgos para la salud pública
6. Cambio climático
Las actividades humanas han generado problemas ambientales de manera global, afectando los ciclos naturales. Este punto aporta una perspectiva de riesgo futuro, ya que el cambio climático intensifica eventos extremos como sequías y lluvias intensas, afectando tanto la cantidad como la calidad del agua disponible.
La Ciudad de México enfrenta una crisis hídrica agravada por el cambio climático. El aumento de las temperaturas, la disminución de las precipitaciones y la creciente demanda de agua han puesto en jaque la disponibilidad de este recurso vital. Estudios como el de Martínez y Patiño (2012) revelan que la región central de México, incluyendo la capital, sufre de una disponibilidad de agua extremadamente baja. La Conagua (2014) advierte que la situación empeorará, con una proyección de disminución drástica en la disponibilidad per cápita de agua en los próximos años. Estos desafíos se suman a otros problemas como la degradación de acuíferos y la obsolescencia de la infraestructura hídrica. Ante este panorama, es imperativo que la ciudad implemente estrategias de adaptación al cambio climático que integren la gestión del agua de manera holística, como lo propone Ruiz (2017). Sin embargo, la efectividad de estas acciones dependerá en gran medida de la capacidad institucional y de la voluntad política para transformar los sistemas de gestión actuales.
7. La desinformación y la falta de preocupación ambiental.
Este desafío cierra el ciclo al tratar un aspecto social clave. La falta de educación y preocupación sobre el cuidado del agua impide avances significativos en la solución de los problemas anteriores.
La preocupación ambiental puede ser adquirida intelectualmente. Existen personas que se han preocupado por el medio ambiente y terminan formando actitudes y emociones propias proambientales después de reconocerse como actores que promueven el cambio climático. La preocupación ambiental se refiere a una disposición personal a preocuparse por el medio ambiente y a actuar para protegerlo. Esta definición abarca una amplia gama de actitudes y comportamientos, desde la simple conciencia de los problemas ambientales hasta la participación en actividades proambientales.
De acuerdo con Dunlap and Jones (2002), hay tres componentes principales de la preocupación ambiental:
Afectivo: Este componente se refiere a los sentimientos que las personas tienen sobre el medio ambiente, como la preocupación, el miedo o la ira.
Cognitivo: Este componente se refiere a los conocimientos y creencias que las personas tienen sobre el medio ambiente, como la comprensión de los problemas ambientales y sus causas.
Conductual: Este componente se refiere a las acciones que las personas toman para proteger el medio ambiente, como el reciclaje, la conservación de energía o la participación en actividades de activismo ambiental.
Por lo tanto, la preocupación ambiental es un concepto multidimensional que no puede ser medido por un solo indicador. En cambio, se necesitan diferentes medidas para capturar los diferentes componentes de la preocupación ambiental.
Propuestas para una mejor gestión sostenible del agua
A pesar de que una parte relevante de la sociedad está intentando mejorar la calidad del agua, este objetivo no podrá lograrse con éxito si no se maneja de manera integral. Para elaborar una propuesta, repasemos lo escrito: existe evidencia de que los ríos que satisfacen nuestra necesidad de este servicio ecosistémico son contaminados tanto por la industria como por la falta de conciencia ambiental y responsabilidad hacia un bien común en la ZMVM.
Otro aspecto fundamental a considerar es la infraestructura y distribución del agua, ya que no podemos hablar de gestión sostenible sin reconocer que su acceso no es equitativo en toda la metrópoli.
El artículo 4, párrafo 6, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce el derecho humano al agua:
"Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible."
Para hacer valer este derecho y, al mismo tiempo, proteger el ecosistema, es necesario enfocarnos en tres objetivos:
Auditar constantemente las prácticas industriales, especialmente aquellas que utilizan grandes volúmenes de agua y la mezclan con químicos.
Monitorear la calidad del agua mediante sensores y análisis periódicos.
Diseñar una estrategia para mejorar la infraestructura de tuberías y garantizar una distribución más equitativa, aumentando el acceso al agua.
Para lograrlo, la estrategia principal debería ser la creación de un programa de educación ambiental que fomente la conciencia tanto en la comunidad como en los administradores públicos, quienes en muchas ocasiones hacen caso omiso a los problemas hídricos, así como en la industria, que desempeña un papel fundamental en la gestión del recurso. Un cambio significativo sólo será posible si la mayoría de la sociedad adopta nuevos hábitos y se fortalece la responsabilidad institucional
Trabajando en conjunto, podemos lograr grandes cambios. Existen consultorías especializadas que brindan asesoría para mejorar las prácticas ambientales, por lo que establecer alianzas con estos grupos podría fortalecer el programa de educación ambiental y facilitar su implementación. De esta manera, se podrían desarrollar estrategias más efectivas y adaptadas a las necesidades de la metrópoli.
Algunos ejemplos de preocupación ambiental conductual han creado grandes cambios para el cuidado y respeto del agua, por ejemplo:
Soluciones hidropluviales: Imagina que cuando llueve, el agua corre por las calles y a veces se hacen charcos o incluso inundaciones. Los sistemas hidropluviales son tubos que ayudan a llevar esa agua de lluvia a lugares como a un río, un tanque especial, o al suelo para que las plantas puedan beber.
Regaderas especiales: Una regadera convencional puede gastar hasta 12-15 litros de agua en una ducha de 10 minutos, es decir, 150 litros de agua. La diferencia de una regadera ecológica es que gastan 60-80 litros, es decir, aproximadamente un 50% menos de agua.
Jabones ecológicos: Son aquellos que sus ingredientes y fabricación son amigables con el medio ambiente al no tener químicos agresivos para la salud y evitan la contaminación del agua.
Plantas que limpian el agua: Si bien existen plantas naturales que pueden limpiar distintos residuos mezclados en el agua, los ‘’humedales artificiales’’ son la remoción de contaminantes. Se da por medio de interacciones complejas de carácter fisicoquímico y microbiológico que ocurren al hacer pasar lentamente el agua residual a través de un lecho de sustrato (arena, grava, arcilla), con raíces y rizomas de vegetación emergente. (Rivas & Paredes, 2014)
Si bien los factores como el crecimiento poblacional, la sobreexplotación de acuíferos y la infraestructura deficiente son indudablemente importantes, es esencial reconocer que la manera en que la sociedad percibe y actúa en relación con el agua juega un papel determinante. La población de la Ciudad de México, a pesar de reconocer la problemática de la escasez de agua, no siempre actúa en consecuencia. Esto se debe a varios factores:
Desconocimiento: Existe una brecha entre la percepción del problema y el conocimiento sobre sus causas y soluciones.
Hábitos arraigados: El consumo excesivo de agua está muy arraigado en la cultura y es difícil de cambiar, pero no imposible.
Resistencia al cambio: Las medidas para ahorrar agua a menudo se perciben como una disminución en la calidad de vida.
Desmotivación: La falta de acción se debe, en gran parte, a la incertidumbre sobre el impacto real de los hábitos sostenibles. Sin embargo, al generar espacios comunitarios donde se evidencien los efectos colectivos de estos hábitos, se fomenta la participación y se refuerza la motivación para el cambio.
La crisis hídrica de la Ciudad de México es un problema complejo que requiere soluciones integrales. Es necesario combinar esfuerzos a nivel gubernamental, empresarial, social e individual para garantizar un acceso equitativo y sostenible al agua. La educación ambiental, la participación ciudadana y la inversión en infraestructura son elementos clave para enfrentar este desafío.
Conclusión
En muchas ocasiones, la búsqueda de soluciones para las prácticas insostenibles puede percibirse como un ejercicio de culpabilización: señalar a la industria, al gobierno o incluso a la sociedad. Si bien la crítica es necesaria y poner sobre la mesa los problemas es fundamental, no debemos olvidar que la solución requiere un esfuerzo colectivo y alternativas viables. Estos desafíos antes mencionados muestran que la falta de educación ambiental y la conciencia individualista son, en nuestra opinión, la raíz del problema. Por más avances tecnológicos que logremos, hay un gran potencial para que, a través de la cooperación y un cambio en nuestra relación con el agua podremos avanzar hacia una gestión verdaderamente sostenible.
Para superar esta crisis, no basta con reconocer el problema; necesitamos actuar. Es momento de asumir nuestra responsabilidad individual y colectiva, exigir mejores políticas y adoptar prácticas sostenibles en nuestro día a día. Solo así podremos garantizar un futuro en el que el acceso al agua sea un derecho efectivo para todos.
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